Cuando una mayoría tiene Netflix, muchos dejan de coleccionar películas en formato físico, y en una era en la que un gran porcentaje de internautas escucha música en Spotify, es cada vez más difícil encontrar personas que sigan comprando viniles o que incluso conserve lectores ópticos en casa.
Existe un número mayor de internautas que prefiere pedir Uber o Didi que sobrellevar la presión de poseer y cuidar un automóvil así como para muchos viajeros, lo más conveniente es contratar un Airbnb en lugar de conseguir una habitación de hotel.
Incluso los álbumes familiares y películas caseras abandonaron el mundo físico para quedarse en nuestra Nube o en el disco duro de un celular o computadora. Al parecer, la mayoría parece haber migrado al mundo de lo digital, de lo que no podemos tocar.
Ser coleccionista de reliquias físicas parece haberse convertido en una actividad de nicho, pero en la era de las criptomonedas, ha surgido una nueva manera de sentirnos dueños de algo: las Fichas No Fungibles o NFT, por sus siglas en inglés.
A estas alturas, muchos habrán oído de esta revolución en el arte y la economía digital. Un NFT no se limita a las imágenes de chimpancés aburridos que las celebridades compran en millones de dólares para poner como imagen de perfil en sus cuentas verificadas de Twitter, sino a cualquier momento único de internet o el mundo del arte y el entretenimiento que se puede poseer.
La NBA vende momentos legendarios del baloncesto a desorbitantes sumas, el video viral primigenio de “Charlie bit my finger” se volvió un NFT hace poco. Prada ya vende el suyo como estrategia publicitaria, el estudio de videojuegos francés Ubisoft enfureció a la comunidad gamer con su incursión a este mercado e incluso el “Nyan Cat” se subastó en poco más de medio millón de dólares en marzo de 2021. Este mercado ya no es solo de unos cuantos, pertenece al mundo corporativo.
A diferencia de una obra de arte como las que decoran museos, edificios de oficinas y mansiones de millonarios, un NFT no puede vivir fuera del mundo digital y se vende únicamente a través de certificados de Blockchain encriptados y (virtualmente) imposibles de corromper.
Cuando se adquiere un NFT, se hace la transferencia de derechos exclusivos inalienables del mismo. Sí, existirán copias rondando en internet, pero el único dueño real será esa persona que pagó cientos, miles o quizá millones de dólares por aparecer en el historial de transacciones de esa pieza en particular.
Tal vez si pasan mil años, y alguien descubre el historial de compra y venta de un NFT, el nombre del último dueño pasará a la historia como propietario de un minúsculo pedazo de internet, como si de vender estrellas en el cielo se tratara. Están ahí, pero no pueden tocarse ni saborearse.
Este concepto, por fantasioso que parezca, podría considerarse como una nueva estafa en la que se busca obtener dinero real a cambio de algo que solo puede existir en una pantalla. Es una imagen o un pedazo de audio, pero su valor no aumenta al imprimirse o enmarcarse como una obra plástica, y lo único que justifica el altísimo precio por el que algunos NFTs se venden, es el entramado digital de Blockchain que se esconde detrás de cada uno.
En otras palabras: puede robarse un NFT imprimiendo el .JPG o el .GIF, pero en realidad, el que existan múltiples reproducciones de esta propiedad digital, no le resta valor a la original, ni afecta a su dueño ya que este es, según su certificado oficial, el único propietario capaz de conservarlo, rentarlo, cambiarlo o venderlo a alguien más.
Con lo que se lucra pues, es con el certificado digital detrás del NFT, no con la imagen que uno ve. Este tipo de transacción es el símil digital de lo que hace un coleccionista de arte: habrá muchas reproducciones, pero solo una persona u organización será la dueña del original.
Lo que sucede después de la caída
Hasta mayo de este año, se esperaba que el mercado de los NFTs creciera $147 mil millones de dólares en 2026, según datos de Technavio, pero después de la estrepitosa caída en el valor de este tipo de posesiones etéreas, se podría pensar que esta burbuja alimentada tanto por los Early Adopters, como por las celebridades y los gurús de la tecnología, tronó de forma definitiva.
Lo cierto es que a pesar de esta caída, existe una fuerte comunidad de creadores en todo el mundo que sigue confiando en este mercado.
El artista y diseñador Pablo Stanley, cree que con la democratización de herramientas como Bueno.art, Python y Blender, se puede crear arte que se genere solo, a través de comandos, restricciones, líneas de código y parámetros que construyan, a partir de unas cuantas capas de diseño, millones de variantes de una sola imagen que ayuden a los artistas digitales a lucrar con sus creaciones.
Este proceso, es similar a cuando se diseña un personaje en algún videojuego del género RPG: se personaliza una apariencia física única a partir de la combinación de variantes predeterminadas distintas como peinado, color de cabello, de piel, tipo de ojos y un largo etcétera.
Para Stanley, la reciente caída del valor de los NFTs representa un filtro en el que se van los especuladores y solo los verdaderos creadores se quedan para reconstruir este mercado y hacerlo más transparente y confiable que antes.
Un reporte de Chainalysis le da la razón a Stanley, ya que se reveló que a pesar de la caída del valor de estos tokens digitales en febrero, desde la segunda mitad de 2022, el número de compradores comenzó a mostrar un importante crecimiento con respecto a la primera mitad del mismo año.
Cabe señalar que en este mercado, los números que vemos en los diferentes reportes que circulan en internet, podrían ser engañosos, ya que se han reportado bastantes casos de wash trading, que es cuando un vendedor de NFTs actúa también como comprador de sus propias piezas para inflar su valor.
Este mercado y el del arte generativo que lo alimenta, puede estar entrando en una especie de proceso de maduración o enfrentar un final anticlimático. Faltan algunos meses para ver cómo esta industria se recupera tras el bajón (que no es el único que ha sufrido ya que en agosto de 2021 también registró una caída considerable) y resiste lo que parece ser su próximo gran obstáculo: una probable recesión mundial.
Aquí el mundo de las NFTs podría enfrentar un final binario: sobrevivir como nido de scammers y especuladores o madurar de tal forma que se transforme en un faro de esperanza para que millones de artistas honestos, encuentren una forma alternativa de dar a conocer su talento.
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